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Si muero lejos de ti: El juego de las sillas

En los últimos días las campañas electorales en México han dejado ver un lado conocido de los políticos, la búsqueda por la silla musical para el sexenio que viene.

Cuando yo era niña odiaba el juego de las sillas musicales: ese en el que alguien ponía música, todos se paraban de sus sillas y corrían alrededor mientras alguien más quitaba una de las sillas; de pronto la música cesaba, todos debían correr a sentarse, y por supuesto, alguien quedaba sin silla. Así que para no quedarse en esa situación, uno tenía que correr de más, empujar a quien fuera, así se tratara del hermano o el amigo más querido, y pelear una silla a morir.

Si esta práctica le suena a elecciones mexicanas, tiene usted toda la razón. En los últimos días las campañas electorales en mi país han dejado ver un lado conocido de los políticos, como lo es la búsqueda del "hueso" -la silla musical para el sexenio que viene-, pero en esta ocasión con un toque de cinismo adicional que amenaza con sacudir a los principales grupos políticos más allá del primero de julio, día de la elección.

Aunque en años recientes el partido en el gobierno, el derechista Acción Nacional (PAN) ha establecido alianzas con el PRI, el partido que gobernó durante 71 años, con el fin de aprobar o bloquear piezas legislativas a conveniencia, tanto en esencia como en el imaginario colectivo ambos institutos han sido los antagonistas por excelencia en la vida política de mi país. El PAN fue fundado en 1939 por un grupo de mexicanos que buscaban crear un contrapeso al partido oficial que ya entonces se perfilaba para ser la dictadura perfecta que fue durante las siguientes décadas. En el año 2000, con la llegada a la presidencia de Vicente Fox, candidato del PAN, se puso fin a ese régimen y entonces tanto Fox como el PAN pasaron a la historia como quienes llevarían la democracia real a un país que, más que votar por ellos, votó en contra del PRI. Así fue como iniciaron los 12 años de un gobierno panista que, a pesar de haber consolidado mayores libertades democráticas, ha sumido al país en la peor de sus crisis en materia de seguridad y justicia.

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Dada esta historia de antagonismo, una primera sacudida tuvo lugar hace unos días cuando Manuel Espino, un panista de cepa y ex presidente nacional del PAN, anunció que se incorporaría al equipo de Enrique Peña Nieto, el candidato del PRI a la presidencia en este 2012. Conflictos internos en Acción Nacional, sumados a sus propios conflictos personales con el presidente Felipe Calderón, llevaron a que Espino se separara hace unos meses de su partido. Sin embargo la abierta adhesión al candidato que representaría el regreso de lo peor del PRI al gobierno mexicano es algo que nadie esperaba, ni siquiera en medio de la euforia por conseguir una silla antes de que la música se detenga.

Apenas salíamos de esta sorpresa cuando hace un par de días el propio Vicente Fox soltó la otra joya y llamó a los mexicanos a votar por Peña Nieto. El candidato que sacó al PRI de Los Pinos, la casa presidencial, ahora pidiendo que regrese a donde estaba.

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Estos dos eventos, sumados a algunas deserciones más por parte de panistas que se suman a Peña Nieto, ponen de manifiesto la fractura generada en el PAN a raíz de la llegada de Calderón a la presidencia -en los corrillos internos se ha denunciado constantemente la falta de coordinación con su partido por parte del presidente cuando de decisiones de Estado se trata-, así como la debilidad de la propia presidencia de Calderón; pero sobre todo, exhibe el nivel de cinismo de los políticos mexicanos. Más allá de las convicciones ideológicas y partidistas que proclaman durante campañas y controversias, la urgencia de acomodarse, de no quedarse sin silla, los ha llevado a brincarse las trancas y a cínicamente arrebatar la silla que está más a la mano durante este proceso electoral.

Si bien los casos de Espino y Fox son los que han tenido mayor resonancia en los días recientes, hay otras muestras de cinismo "buscadillas" durante los últimos meses. Rosario Robles, ex presidenta del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) y ex jefa de gobierno del Distrito Federal -el bastión perredista por excelencia-, anunció su adhesión a Peña Nieto desde hace algunos meses, al igual que algunos miembros de su equipo. Y por su parte el PRD, víctima del fraude electoral de 1988, que le dio el triunfo a un presidente del PRI, aceptó en sus filas a Manuel Bartlett, quien fuera artífice justamente de la consolidación de dicho fraude a nombre de ese partido. Porque en política, está visto, las afrentas y los principios se borran con una buena dosis de cinismo. Porque se vale todo menos quedar fuera del juego.

El saldo más doloroso de este movimiento es para la pobre candidata de Acción Nacional. Con un partido dividido que ya la da por perdedora; un presidente Calderón que jamás le ha dado su apoyo abiertamente; un expresidente de la República y otro del partido yéndose con el oponente, y un candidato de izquierda que según las encuestas se fortalece cada vez más -las últimas encuestas colocan al candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador en segundo lugar de las preferencias-, Josefina Vázquez Mota se ha quedado sola y en una posición en la que ni siquiera puede correr para empujar a alguien más. Cuando la música pare, Vázquez Mota será la única que no tendrá dónde sentarse.

SIGUE Eileen Truax en Twitter: www.twitter.com/@EileenTruax

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